miércoles, 20 de mayo de 2015

Un Beato Que Desde El Cielo Mira A Los Pobres

Monseñor Romero nació el 15 de agosto de 1917 en la Ciudad Barrios del Departamento de San Miguel. Su padre era telegrafista y su madre ama de casa. De joven se dedicó a la carpintería y a la música. A los trece años de edad, 1930, recibió su llamada al servicio de Dios, ingresando al seminario menor San Miguel. En 1937 se mudó a Roma donde terminó sus estudios teológicos en la Universidad Gregoriana el año 1942. Regresó a El Salvador en 1943, a su natal San Miguel y el obispo le confió la parroquia de Anamorós, un pueblo cerca de San Miguel donde se venera la patrona de El Salvador, Nuestra Señora de la Paz. Monseñor Oscar Arnulfo Romero es nombrado Secretario de la Conferencia de Obispos en El Salvador (1966), cargo en el cual permaneció por once años más. Durante este tiempo, el P. Oscar difundió centenares de sermones emotivos y espirituales a través de la radio a lo largo y ancho del país, ganándose así el respeto de la comunidad católica. 

En 1970, Oscar es nombrado Obispo y ejerce al lado del entonces Arzobispo de San Salvador, Monseñor Chávez y González. Presto su servicio sacerdotal en las parroquias Santiago de María (1974), en el Departamento de Usulután. El 3 de febrero de 1977, el Papa Pablo IV le consagró como Arzobispo de San Salvador. Esta consagración la recibió unas semanas antes de que el General Carlos Humberto Romero asumiera la presidencia de la república. Durante el gobierno del Gral. Romero se derramó mucha sangre; hubo torturas y persecuciones. Es así que el año 1979, Monseñor Romero se convirtió en la “voz de los sin voz” y en “el pastor del rebaño que Dios le había confiado” por su férrea defensa de los derechos de los pobres y marginados. Tras el asesinato de su colega y buen amigo, el sacerdote Rutilio Grande, Monseñor Romero cita las enseñanzas de su Papa favorito, Pío XI: “La misión de la Iglesia no es desde luego política, pero cuando la política toca el altar, la Iglesia defiende el altar.” Es por esto que Monseñor intervino en el conflicto social que estaba destruyendo a su país y a su gente. 

Citemos algunos religiosos sobre la beatificación de Monseñor Romero:
  • Rodolfo Cardenal, sj: “El martirio de Romero no solo está motivado por el odio a la fe, también por el odio a la justicia”
  • Jon Sobrino: "Espero que la beatificación de Romero sirva para humanizar este mundo".
  • El arzobispo italiano Vincenzo Paglia afirmaba: "Romero tenía que ser beatificado bajo el pontificado del primer papa latinoamericano. Hoy me puedo explicar en profundidad el porqué de tantos atrasos: Dios esperaba al papa Francisco. Dios ha escrito esta página con las líneas torcidas de los opositores", y con gran emoción arguye: "Tengo una emoción muy grande, porque ahora tenemos un beato en el cielo que nos mira a todos".

Monseñor Romero recurrió a las palabras de San Agustín y Santo Tomás para justificar a quien se levanta contra las leyes opresoras. La defensa de los pobres siempre fue su criterio para juzgar la política. Monseñor Romero, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y de los oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo de calibre 25 directo al corazón, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador. Para muchos, la imagen de Monseñor Romero es el símbolo religioso más grande del país y, desde su asesinato, su legado ha traspasado fronteras y se ha convertido en un símbolo universal de la justicia y de la paz. Su proceso de beatificación y canonización se inició el 24 de marzo de 1994 a cargo del sacerdote Rafael Urrutia, párroco de la misma capilla donde Monseñor fue asesinado. Ahora le conocen como “Profeta y Mártir de las Américas”.

Algunas palabras consideradas testamento profético de Monseñor Romero, en San Salvador:
  • “Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país”. 
  • “Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país.”
  • “Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa... La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres.”
  • “El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en convivencia con los poderosos.” 
  • “El mundo de los pobres nos enseña cómo ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad; que debe ser ciertamente gratuito pero debe buscar la eficacia histórica”.

Es así que el Domingo de Ramos de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía titulada “La Iglesia, un servicio de liberación personal, comunitaria, trascendente”. Más tarde se conoció como la Homilía de fuego:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, ¡son de nuestro mismo pueblo! ¡Matan a sus mismos hermanos campesinos! Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡¡¡CESE LA REPRESIÓN!!!”. 

Julián Arias Carballo
CEPA - ORURO
AMERINDIA

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