(falleció el día miércoles 17 de abril en Quebec, Canadá a la edad de 87 años)
Muchos quizás
recuerdan al “Cura de Poncho Blanco”, con su porte de pecho erguido, de caminar
apresurado, estrujando sus manos, jugando con sus dientes, poniendo su
palma sobre la cabeza de cuanto niño se acercaba. Entre sus incontables
caminatas a pie, una de las más largas
en dos días fue desde Curahuara a Turco y el segundo día de Turco a Corque (unos 130 km).
Padre Santiago Monast y el Hno. Gilberto Pauwels, en Turco 1975, con Corsino Flores y Rosa Paniagua y sus dos hijas, ruth y Camila |
El tiempo ha
pasado, ahora el Padre Santiago Monast ha partido a la Casa del Padre. Nació en
Quebec, Canadá, el 2 de enero de 1926. Su convicción: “Yo quise ser misionero,
he venido como tal y fui feliz”. Llegó a Bolivia en el año 1954. Fue habitante
de Turco desde 1958 y se consideraba un verdadero y originario “Turqueño”. Uno
de sus aportes a este pueblo en particular fue el impulso para la construcción
del colegio “Canadá” para la educación de los niños del lugar. Hasta antes de la revolución del 9 de abril
de 1952, la educación era un privilegio de la clase “alta” que estaba
concentrada en las ciudades y las capitales de provincia en algunos casos; no
era de acceso público y abierto para todos.
En la capital
Corque apoyó la creación del primer colegio
denominado “Cristo”, que estaba a cargo de los Misioneros Oblatos de María
Inmaculada (OMI). Posteriormente en el año 1961, el colegio “Cristo” se
convierte en la Escuela Normal Rural “Santa María” de Corque, que tenía por
objetivo formar educadores para las escuelas del área rural.
Cabe relevar
que los primeros estudiantes de esa época
provenían de las localidades de Turco, Corque, Choquecota y Huachacalla
y otras provincias. De ella egresaron nueve flamantes profesores provenientes
de Turco (1964-1966).
Ángel Mollo,
profesor normalista, recuerda: “Después
de cuatro años de estudio egresé en el año 1964 como maestro normalista. Las
clases se pasaban de lunes hasta sábado a medio día. De Turco a Corque teníamos
que ir en bicicleta o a pie, porque no
había movilidades para llevarnos a nuestras comunidades, ni para volver otra
vez el domingo. Los Oblatos llegaron a Turco en 1955; el primero en llegar fue
el padre Santiago Monast. El nos animó a los que estaban en el sexto curso;
podríamos ir al colegio “Cristo” de Corque a continuar nuestros estudios. Los
Oblatos nos facilitaban alojamiento y alimentación y nosotros teníamos que
pagar poco a poco; en ese entonces era 24 Bs. por mes para alimentación y
alojamiento.”
Eduardo
Atahuichi, profesor normalista, estudió también en el colegio “Cristo” y cuenta
que habían unos 20 Turqueños. Solamente quedamos seis hasta el final, hasta la
promoción. “A medio estudio murió mi
padre y yo tenía una hermana menor. Tenía que ir a estudiar con mi hermana,
pero por falta de recursos económicos tuve que dejar temporalmente mis estudios
para ir a trabajar a Chile. Después de un año volví a estudiar. En Corque desde segundo de secundaria se
podía ingresar a la Normal. El que nos ayudó bastante fue el Padre Santiago;
los Oblatos siempre nos ayudaron, pero estábamos obligados a asistir a la misa.
Recuerdo que Ángel Mollo y mi persona vivíamos casi en el atrio del templo.
Ángel cantaba la primera voz y yo la segunda. En Turco de la misma manera
apoyábamos al Padre Santiago en la iglesia.”
Los flamantes
egresados de las tres promociones, con el apoyo del padre Santiago Monast, diseñaron
e impulsaron la creación del colegio “Canadá” en Turco. Es así que el 10 de
mayo de 1968, se fundó el segundo colegio en el área rural. Por agradecimiento
al padre Santiago Monast, los Turqueños pidieron que lleve su nombre, pero el
padre Santiago ante esta petición, sugirió que se llame “Canadá” como su pueblo
natal. El fue el primer director.
Compartió su
vida y su misión durante 36 años en los pueblos de Jach’a Carangas,
departamento de Oruro, principalmente en las poblaciones de Turco, Corque y
Huayllamarca, entre otros.
Durante su
permanencia en la población de Turco
logró tener alrededor de 200 ahijados. Fue
siempre muy cariñoso con los niños a quienes los llamaba “ratoncitos”.
Amaba la tecnología de su época, contaba con una biblioteca con muchos libros
-entre los cuales se encontraba su obra “El Universo Religioso de los Aymaras”-,
y videos en sistema Betamax y VHS. Fue un gran jugador del ajedrez. Su memoria era
incomparable; recordaba cosas, nombres, lugares e historias de los pueblos con
mucha facilidad y precisión.
Gracias, Padre
Santiago, por todo el apoyo a las poblaciones aymaras, en particular a Turco.
Norma Mollo Mollo
Unidad
de Formación y Comunicación - CEPA
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