El arsénico es un metal pesado que la OMS (Organización Mundial de la Salud, de la ONU) considera como una de las 10 sustancias químicas más peligrosas para la salud humana. La presencia de arsénico en el agua es muy peligrosa porque nadie puede verlo, olerlo ni saborearlo. La ingesta de arsénico puede causar graves problemas para la salud.
Los efectos inmediatos ante una alta intoxicación en un corto periodo son: vómitos, dolor abdominal y diarrea. Seguidamente, se puede sufrir entumecimiento u hormigueo en las extremidades, calambres musculares e incluso la muerte en casos extremos. Ante una exposición prolongada al agua contaminada con arsénico, los primeros síntomas de la exposición son visibles en la piel (pecas, manchas blancas y durezas en las palmas de las manos y las plantas de los pies). Esta enfermedad se llama hiperqueratosis y puede ser un precursor del cáncer de piel. Otros síntomas del consumo prolongado de agua contaminada son: cáncer de vejiga y de pulmón, neurotoxicidad, diabetes, enfermedades pulmonares y cardiovasculares y problemas relacionados con el desarrollo general y cognitivo, especialmente en fetos y niños pequeños.
El arsénico está muy extendido en todo el mundo. Por ejemplo, no sólo se encuentran altas concentraciones de arsénico en Bolivia, Chile y Argentina, sino también en México, Estados Unidos, India, China y Bangladesh. En todo el mundo hay más de 200 millones de personas que beben agua con concentraciones demasiado altas de arsénico. Bolivia tiene la misma norma que la OMS para la concentración de arsénico en el agua potable: 10 µg/L (microgramos por litro). Esta norma es bastante estricta en comparación con las normas de, por ejemplo, Argentina y Bangladesh, donde la norma para la concentración de arsénico en el agua potable asciende a 50 µg/L. Beber agua con concentraciones que no superan la norma de 10 µg/L es seguro para la salud, según la OMS.
En el altiplano boliviano hay una fuerte contaminación de arsénico en el agua subterránea y, presumiblemente, también en el aire.
El arsénico en su forma orgánica (como ocurre, entre otros, en el pescado y los mariscos) no es particularmente peligroso para la salud humana. SIN EMBARGO, el arsénico en su forma inorgánica es muy tóxico para los humanos. Esta forma está muy presente en el aire, en el agua subterránea y en las plantas que están regadas con agua contaminada por arsénico.
Las causas de la contaminación de arsénico pueden ser naturales o humanas. Las causas naturales se producen con la reacción natural de las rocas que contienen el arsénico y, después de la disolución de este arsénico en el agua, ocurre la desorción del arsénico de las rocas al agua y las fuentes geotérmicas. Por otro lado, algunas personas y empresas son culpables de acelerar el proceso natural de disolución del arsénico en el agua en el altiplano boliviano a través de actividades industriales y de la minería.
A diferencia del plomo, que se va acumulando en el cuerpo humano, el arsénico no se queda mucho tiempo en el cuerpo. Una vez que la ingesta de arsénico se ha detenido, éste casi no se queda y entonces el arsénico no puede ser una causa de enfermedad.
La manera más sostenible y barata de producir agua potable segura contra los metales pesados es recogiendo agua de lluvia (según, entre otros, la OMS). Esta agua de lluvia ya está purificada de forma natural sin bacterias y contiene menores concentraciones de metales pesados. ¡Todavía existe la necesidad de analizar el agua cosechada para determinar la presencia de arsénico y, si fuese necesario, también filtrarla. Esto es debido a que los metales pesados pueden diluirse en el agua cosechada a través de la contaminación atmosférica o con polvo que contenga altas concentraciones de arsénico. Finalmente, es crucial que hay que crear conciencia entre todos los miembros de la población sobre los peligros de arsénico y otros metales pesados en el agua potable y sobre la importancia del consumo de agua potable segura para nuestra salud.
Sid Potemans
Ingeniero químico - Voluntario CEPA
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