martes, 1 de noviembre de 2011

Recordar a nuestros antepasados

A propósito de la celebración de Todos los Santos y el Día de los Difuntos

La evidencia histórica señala que la celebración de Todos los Santos y del Día de los Difuntos tiene una antigüedad de larga data que precede al cristianismo, no sólo en América sino también entre los pueblos europeos precristianos. Antiguos ritos dedicados a los muertos fueron reinterpretados a partir de la imposición del cristianismo como religión oficial y universal.

Si bien estos ritos pueden variar en sus significados y elementos rituales, el símbolo central que los caracteriza es la presencia de los muertos, de las “almas” de los difuntos que, en última instancia, son los antepasados de un pueblo. De ahí que puede entenderse los propósitos de la iglesia cristiana-católica, pues para imponerse como oficial y declararse universal, requería necesariamente controlar el pasado de los pueblos a través de controlar el culto a sus antepasados. Esto es claro, pues significa la imposición de un nuevo orden que debe superar al anterior.

En Europa la iglesia temprana, de los primeros siglos después de Cristo, luchó por sustituir antiguos cultos “paganos” vinculados a los muertos, ya que existía la costumbre muy difundida de celebrar el momento en que “las almas de los muertos volvían a sus hogares para calentarse” (Frazer), en la época del año en que comenzaba el invierno (que para el Norte significa el mes de noviembre). La costumbre era recibirles en un ambiente festivo donde vivos y muertos compartían bebidas y comidas, ya sea en el ámbito privado del hogar o el público de los cementerios. También se cuenta que existía la creencia que al comenzar el invierno las brujas y duendes empezaban a rondar. Para cristianizar estos ritos la iglesia instituyó la celebración de Todos los Santos el día 1º de noviembre, como una conmemoración de los mártires cristianos perseguidos en los inicios del cristianismo, cuyos nombres quedaron en el olvido. El día 2 de noviembre se declaró como el día de los “Fieles Difuntos”.

Pero, al parecer los antiguos ritos pervivieron de forma transfigurada, a partir de la celebración de la víspera de Todos los Santos, es decir, el día 31 de octubre que en inglés se denomina “AllHallowEven”, que precisamente significa víspera de Todos los Santos, pero que en la actualidad se ha transformado en el famoso Halloween que el mundo mercantilista ha promovido. De ahí que en esta fecha pueden observarse disfrazados de esqueletos, brujas y otros seres que hacen sintonía con aquellas tradiciones pasadas de los europeos. Para ellos, el culto a los muertos ya no es más el culto a los antepasados, pues su pasado ha quedado encubierto bajo el imperio del “racionalismo” del siglo XVIII y de la “ciencia occidental”, en cuyos términos las tradiciones pasadas son meras supersticiones que atentan contra la modernidad y el progreso. Para muchos europeos actuales su pasado no va más allá de esto.

En América las intenciones de la iglesia no fueron diferentes. Los colonizadores intentaron a toda costa suprimir los ritos indígenas y reemplazarlos con la “verdadera fe cristiana”. Los cronistas señalan que uno de los ritos más importantes para los indígenas y que fue difícil de controlar, fue precisamente el culto a los muertos, cuyo significado tiene que ver con la interpretación de los ciclos de la naturaleza y la producción. Los muertos en los Andes, por ejemplo, están asociados a la época de las lluvias, elemento vital para la reproducción de la vida, ya que, de ellas depende la producción de alimentos. Los muertos tienen un rol, y es la regeneración de la vida. Por tanto, la muerte no es dejar este mundo para siempre, sino asumir un nuevo status dentro la familia y la comunidad: el status de antepasado, aunque el camino para llegar a ser considerado como tal es largo y complejo, lo cual está explicitado en la complejidad y variedad de significados y elementos de los rituales para los muertos.

En Todos los Santos, por ejemplo, existe una jerarquía de “almas”: los angelitos o almas de los niños; las almas nuevas de personas que recién han fallecido en los últimos tres años; las almas viejas de personas que han fallecido hace más de tres años y, finalmente, están las almas de personas cuyos nombres se han olvidado pero que se las recuerda como parte del “mundo de las almas” o “mundo alma” como se llama en las comunidades andinas, éstos son propiamente los antepasados ya que representan a la comunidad en su conjunto y su celebración corresponde no sólo a familias particulares sino a toda la comunidad.

En algunas comunidades actuales, aún existe la costumbre de conmemorar el mundo alma en Todos Santos, a través de un ritual que involucra la presencia simbólica de los antepasados representada en algunos cráneos o restos humanos que son sacados de sus tumbas para otorgarles ofrendas rituales. Esta tarea es cumplida por las autoridades y principales de las comunidades andinas. Los estudios etnohistóricos y etnográficos señalan que en otros tiempos se sacaba a los muertos de sus tumbas con objeto de invocar a la lluvia, pues éstos están estrechamente vinculados a esta estación del año. Ritos que progresivamente han desaparecido por influjo de la iglesia católica primero, desde tiempos coloniales, y ahora por la influencia de sectas religiosas fundamentalistas que ven en los ritos ancestrales algo negativo.

Otro elemento fundamental de la celebración de Todos los Santos muy propio de las celebraciones andinas hasta la actualidad (también de las costumbres populares europeas del pasado), y que la iglesia también ha tratado de controlar, son precisamente las intensas libaciones acompañadas de música y baile. Elementos que son signos del carácter comunitario y público de la celebración de los muertos y, por tanto, de su representación como antepasados. La celebración actual consta de dos partes, podríamos decir, pues el 1º de noviembre, con connotaciones más cristianas ya que se refiere a Todos los Santos o los mártires cristianos, la celebración para los muertos ocurre en el espacio privado de los hogares, en tanto que el día 2 de noviembre la celebración se traslada al espacio público del cementerio, donde se puede apreciar el ambiente festivo colectivo. Aunque en las últimas décadas los criterios de orden ciudadano han suprimido la realización de estas costumbres en los cementerios principalmente urbanos, con controles policiales para evitar las transgresiones. En las cercanías de la ciudad de Oruro, concretamente en la localidad de Iroco (distante a 2 o 3 Km. de la ciudad), se realizan estos actos al margen de los controles oficiales.

Pese a todos los cambios ocurridos en el tiempo y a los intentos de control que se le ha impuesto, llama la atención la vitalidad que tienen estas celebraciones en los Andes actuales, del campo y la ciudad. Esto provoca pensar en la fiesta de Todos los Santos y los Difuntos como un potencial descolonizador plasmado en la importancia que adquieren nuestros antepasados para recordarnos nuestro pasado. Ocultar nuestras tradiciones a nombre de la modernidad, no es más que encubrir nuestro ser individual y colectivo, algo que la colonización se ha esforzado por hacer y aún lo sigue intentando. Quizás para los del Norte tenga algún objeto el haber ocultado su pasado, para nosotros es el fundamento de nuestra liberación. Por otro lado, no tiene sentido asumir tradiciones extrañas promovidas más que nada por los intereses comerciales, además que ello no tiene significación alguna en este contexto, ya que, estaríamos celebrando a antepasados ajenos; aquí tenemos nuestros propios antepasados y los celebramos en Todos los Santos y no en Halloween.

Marcelo Lara B.

UNIDAD DE CULTURAS - CEPA

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