En las últimas décadas, la minería metálica convencional de explotación
de veta por galerías subterráneas ha sido desplazada progresivamente por la
explotación de minas a cielo abierto, donde el mineral objetivo está disperso
en minúsculas partículas, diseminadas en grandes yacimientos.
La creciente demanda internacional del oro, debido a su elevada
cotización y al hecho de que sea utilizado en épocas de crisis como activo
financiero de referencia, ha hecho posible que yacimientos prácticamente
extinguidos y con rendimientos muy pobres (de incluso menos de un gramo por
tonelada), puedan ser explotados gracias la extracción a través del proceso de
lixiviación con cianuro, que ha sustituido a la recuperación del oro mediante amalgama
con mercurio, ineficiente en comparación y actualmente prohibido en muchos
países debido a los graves efectos que provoca este metal pesado a nivel
ambiental y sobre la salud pública. La clave está en que el cianuro permite
recuperar más de un 97% del oro, frente al 60% que permitía la extracción con
mercurio.
El problema asociado al empleo de mercurio no se ha resuelto con el
empleo del cianuro, porque esta sustancia es uno de los venenos más potentes
que pueden emplearse en contacto con el entorno y puede acarrear daños
irreparables tanto a la salud humana como al medio ambiente, pues incluso a
dosis bajas puede afectar al aparato respiratorio, y a los sistemas
cardiovascular, gastrointestinal, neurológico, ocular y dérmico, dado que en
contacto con la piel puede absorberse. Además, la inhalación de concentraciones
de 401 a 601 mg/m³ resulta mortal para el ser humano. Los efectos sobre la
salud pueden durar meses o años, y van desde el riesgo de padecer cáncer a los
problemas reproductivos, hipertiroidismo, o daños permanentes en el sistema
nervioso.
Una tecnología de alto riesgo que busca ser prohibida en Europa Debido a
sus impactos y riesgos, desde hace años distintas iniciativas a nivel europeo
han buscado la prohibición total del cianuro en tecnologías mineras. Hay una
resolución ya clásica del Parlamento Europeo que ha sido el germen de
posteriores iniciativas -algunas, meras copias-, que con mayor o menor fortuna
se han presentado a la Comisión y otros estamentos a nivel regional, la P7 TA(2010)
0145, sobre la prohibición del uso del cianuro de sodio en tecnologías mineras.
El texto, aprobado no tiene la capacidad de prohibir, pero sí recomienda
encarecidamente que este compuesto no sea empleado en la minería del oro, al
considerar que es “una sustancia química altamente tóxica”, “clasificada como
uno de los principales contaminantes” y que “puede tener un impacto
catastrófico e irreversible en la salud humana y el medio ambiente y, por ende,
en la diversidad biológica”.
Además recuerda “que en los últimos 25 años se han registrado más de 30
accidentes importantes” y pide “a la Comisión y a los Estados miembros que no
presten apoyo, de forma directa o indirecta, a ningún proyecto minero en la UE
en que se empleen tecnologías mineras a base de cianuro”, “ni respalden
proyectos de esas características en terceros países”, porque “el uso de
cianuro en minería crea poco empleo y solo por un periodo de entre ocho y
dieciséis años, pero puede provocar enormes daños ecológicos transfronterizos
que, por lo general, no son reparados por las empresas explotadoras
responsables, que suelen desaparecer o declararse en quiebra, sino por el
Estado correspondiente, es decir, por los contribuyentes”.
Cianuro y
minería del oro: Tres décadas de accidentes
En la práctica, tan sólo hace falta acudir a las hemerotecas para
comprender el porqué la prohibición del uso de cianuro en minería es una
prioridad, pues los accidentes han sido una constante desde la década de 1980
hasta nuestros días:
Mina de oro Zortman-Landusky (Montana, Estados Unidos). Operada por
Pegasus Gold Inc. de 1979 a 1998, fue la primera en utilizar cianuro a gran
escala en la recuperación aurífera. Debido a los continuos escapes y derrames
del compuesto, los efectos sobre el ecosistema del área afectada fueron
devastadores. Tras la quiebra de la compañía minera, el Estado de Montana y el
Departamento de Interior de los Estados Unidos comenzaron un proceso judicial
para conseguir el tratamiento de la contaminación del agua por parte de la compañía,
tal como figuraba en la declaración de impacto ambiental del proyecto.
Mina de oro Summitville (Colorado, Estados Unidos). Operada a más de
3.800 metros de altitud en las Montañas San Juan por Galactic Resources Ltd. de
1986 a 1992. Los contínuos derrames de cianuro y metales tóxicos contribuyeron
a graves problemas ambientales en una franja de más de 27 kilómetros del río
Alamosa, del que se abastece para riego el sector agrícola del Valle de San
Luís y su cabaña ganadera, afectando además a diversas especies de anátidas y
grúidos en peligro de extinción.
Mina de oro McCoy/Cove (Nevada, Estados Unidos). Operada por Echo Bay
Company. En 1989 y 1990, una serie de ocho accidentes sucesivos originaron un
vertido de cuatro toneladas de cianuro al medio.
Mina de oro Brewer (Carolina del Sur, Estados Unidos). Operada por Brewer
Gold Company hasta 1999. En 1990, tras un período de lluvias intensas, más de
40 millones de litros de solución cianurada y toneladas de sedimentos altamente
contaminados fueron vertidos en el arroyo Little Fork poniendo en peligro la
salud de la población y los ecosistemas. Fueron contabilizados más de 11.000
peces muertos a lo largo de 80 km. del río Lynces. Los costes de la remediación
tuvieron que ser soportados por el Gobierno federal, y actualmente este enclave
está dentro de la lista de Superfund Sites, siendo uno de los lugares más
contaminados de los Estados Unidos.
Mina de oro Grouse Creek (Idaho, Estados Unidos). Entre 1993 y 1997 esta
mina, actualmente operada por la canadiense Hecla Mining Company, contaminó las
aguas superficiales y subterráneas por distintos vertidos de cianuro,
alcanzando los acuíferos e impidiendo el suministro de agua potable a la
población.
Mina de oro Omai (Guyana). Copartipada por la canadiense Cambior Mining y
la norteamericana Golden Star Resources En 1995, más de 3.200 millones de
litros de aguas residuales cianuradas fueron vertidas al principal río de
Guyana, el Essequibo, tras la ruptura de la presa de contención de una balsa
minera, amenazando la vida de los pobladores y el ecosistema, consumidores del
recurso hídrico y piscícola.
Mina de oro Northparkes (Nueva Gales del Sur, Australia). Coparticipada
por China Molybdenum Company y Sumitomo Group. En 1995, distintos vertidos
cianurados esta explotación metalífera de oro y cobre originaron la muerte de
al menos 2.700 aves, encontradas en las inmediaciones del área de explotación.
Mina de oro Quarry (Nevada, Estados Unidos). Tras el fallo en la
estructura de lixiviación en 1997, se originó un vertido superior a los 927.000
litros de aguas residuales cianuradas en dos arroyos locales. Actualmente es
propiedad del gigante minero Newmont.
Mina de oro Homestake (Dakota del Sur, Estados Unidos). En 1998, de 6 a 7
toneladas de residuos cianurados fueron vertidos en el arroyo Whitewood
envenenando el curso fluvial y acabando con su biodiversidad. Fue operada por
Homestake Mining Company y coparticipada por Barrick Gold. La explotación fue
clausurada en 2002.
Mina de oro Kumtor (Kyrgyzstan). Operada a 4.000 metros de altitud en las
montañas Tien Shan por la canadiense Cencerra Gold Ltd. En 1998, un camión de
transporte de camino a la mina originó un vertido de 1.762 kilos de cianuro que
alcanzó el río Barskaun. La compañía no avisó a los residentes de la zona, que
utilizaron el agua para consumo humano e irrigación hasta cinco horas después
del accidente. Como resultado, casi 2.500 personas fueron envenenadas, 850
tuvieron que ser hospitalizadas y al menos hubo cuatro fallecimientos.
Mina de oro Santa Rosa (El Corozal, Panamá). Operada por la compañía
minera Santa Rosa. En 1998, un derrame de cianuro envenenó la quebrada El
Corozal, llegando a los ríos Corita y Santa María, arrasando la biodiversidad
de la zona y poniendo en peligro el suministro de agua potable al distrito de
Santiago de Veraguas.
Mina de oro de Aurul (Rumanía). Operada por la empresa Remin S.A. y
coparticipada por el gobierno rumano y la minera australiana Esmeralda
Exploration Ltd. En el año 2000, se rompió un dique de contención de la mina,
provocando un desastre ecológico y social sin precedentes por el vertido de más
de 100.000 metros cúbicos de lodos con metales pesados y aguas residuales con
una concentración de 126 mg. de cianuro por litro, superando en más de 700 veces
el límite permitido. El vertido tóxico descendió por el río Lapus, afluente del
Somes, alcanzando posteriormente al Tisza, en Hungría y al Danubio en Serbia y
Bulgaria. Este accidente, que dejó sin suministro de agua potable a más de dos
millones y medio de personas, ha sido considerado como la peor catástrofe
ambiental en Europa después del accidente de la central nuclear de Chernóbil.
Mina de oro de Tulukuma (Papúa Nueva Guinea). Operada por la australiana
Allied Gold Mining. En el año 2000, un helicóptero de la compañía perdió en
vuelo una tonelada de cianuro, cayendo en una zona a 85 km. de la capital, Port
Moresby, afectando a una amplia área selvática y contaminando los cursos
fluviales.
Mina de oro Lihir (Papúa Nueva Guinea). En 2001, esta explotación,
operada por Rio Tinto, originó una serie de vertidos cianurados al mar, que
sumados a los millones de toneladas de estériles de mina arrojados a un km. de
la costa causaron una catástrofe ecológica en el entorno marino de esa zona del
Océano Pacífico.
Mina de oro Twin Creeks (Nevada, Estados Unidos). Operada por Newmont
Mining. En 2002, se tuvo conocimiento público de dos accidentes graves, uno de
casi 6 toneladas de cianuro y otro de 230.000 metros cúbicos de solución
cianurada en el arroyo Arizona, originando un desastre ambiental que todavía no
ha sido remediado.
Mina de oro Greenstone/Bonanza (Nicaragua). Operada por la canadiense
Hemconic, originó un vertido de cianuro en 2003 al río Bambana. Fallecieron un
total de doce personas, envenenadas al consumir el agua del río. Mina de oro
San Andrés (Honduras). En 2003, cuando era operada por la canadiense Greenstone
Resources Corporation, originó un vertido masivo de cianuro contaminando el río
Lara, fuente hídrica de la ciudad de Santa Rosa de Copán. Los residentes
contabilizaron más de 18.000 peces muertos. El ecosistema quedó aniquilado.
Mina de oro Sankofa (Ghana). Operada por la Ghana National Petroleum
Corporation (GNPC) . Dos días de fuertes lluvias provocaron en 2004 un vertido
de cianuro al río Asasere, envenenando sus aguas y con graves efectos sobre la
fauna acuática. La compañía no disponía de ningún plan de contigencia y no
avisó a la población circundante del vertido, por lo que la Agencia de
Protección Ambiental de Ghana (EPA), procedió a la clausura de la explotación.
Mina de oro Kalgoorlie (Australia). Fuentes gubernamentales confirmaron
en 2004 que la mina tuvo numerosos problemas en la gestión del cianuro durante
años, contaminando de manera irremediable las aguas superficiales y
subterráneas de la zona.
Mina de oro Misima (Papua Nueva Guinea). Operada por Placer Dome. En 2004
durante las operaciones de clausura, originó un vertido al océano. Miles de
peces muertos llegaron a las costas de la región.
Mina de oro Phu Bia (Laos), operada por la compañía australiana Pan
Australian Resources. En 2005, las fugas de cianuro contaminaron los ríos de la
zona y envenenaron a decenas de pobladores en varios kilómetros alrededor del
complejo, que necesitario atención médica tras consumir el agua y el pescado
afectados por los vertidos.
Mina de oro Bogoso (Ghana). Operada por Bogoso Gold Limited. En 2006
reventó una balsa minera contaminando las aguas del río Ajoo y ocasionando gran
mortadad de peces y crustáceos. Una treintena de miembros de las comunidades
cercanas se envenenaron al consumir agua y peces y necesitaron atención médica
de urgencia.
Mina de oro Zamboanga (Filipinas). Operada por la canadiense Toronto
Ventures Inc. En 2007 colapsó una balsa de residuos cianurados envenenando el
río Siocon.
Mina de oro North Mara (Tanzania). Operada por el gigante minero Barrick
Gold. En 2009, la rotura de una balsa minera, produjo un gran vertido que
alcanzó las aguas del río Thigithe. El desastre devastó los ecosistemas de la
zona y costó la vida a veinte personas. Mina de oro Minosa (Honduras). Operada
por la empresa Minerales de Occidente. En 2009, la rotura de uno de los tubos
empleados en la pilas de lixiviación amenazó el entorno y la salud de los
pobladores de La Unión, San Andrés Minas y otras comunidades del Departamento
de Copán al alcanzar la solución cianurada las aguas del río Lara, donde
aparecieron cientos de peces muertos.
Mina de oro Arasi de Puno (Perú). Operada por la minera Arasi. En 2010, y
fruto de las intensas lluvias en la provincia de Lampa, colapsaron varias
balsas de residuos cianurados, alcanzando los cursos hídricos de los sectores
de Túpac Amaru, Caichu y Cerro Minas, en el distrito de Ocuviri, afectando a
los ecosistemas y la vida silvestre. Con posterioridad se supo que la mina
carecía un plan de contingencia en caso de desastre. Mina de oro Goldfields
(Ghana). En 2011, la rotura de una balsa minera de esta compañía sudafricana
(Goldfields Mining) originó un vertido de decenas de miles de metros cúbicos contaminando
la zona con cianuro y metales pesados.
Mina de oro Sekisovskoye (Kazajistán). Operada por la minera británica
Hambledon Mining. En el año 2011, se produjo un vertido de cianuro en una de
las presas de contención de la balsa de residuos y alcanzando el río Sekisovka
con graves consecuencias ambientales.
Mina de oro Kittilä (Finlandia). Operada por la canadiense Agnico Eagle.
En 2012, las europarlamentarias finlandesas Satu Hassi (Verdes/ALE) y Sirpa
Pietikäinen (PPE), señalaron en una pregunta con solicitud de respuesta escrita
dirigida a la Comisión Europea la existencia de informes que indicaban la
existencia de alarmantes niveles de cianuro en sus aguas residuales que habían
superado los límites establecidos en la licencia ambiental de la explotación.
Mina de oro Mulatos (Sonora, México). Operada por Minera Peñoles. En
2013, un accidente de tráfico provocó el vertido de 16.000 litros de compuesto
de cianuro de sodio, que alcanzaron las aguas del río Yaqui afectando al
recurso hídrico y la biodiversidad. Las autoridades alertaron a los residentes
de las zonas próximas de no utilizar las fuentes de abastecimiento de agua
potable y tuvieron que habilitar la asistencia urgente de camiones cisterna
para abastecer a la población.
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